viernes, 21 de mayo de 2010

La educación vial en infantil.

Personalmente creo que es muy importante enseñarles a los niños desde pequeños las señales de tráfico además de todas las normas y precauciones debidas, para que así vayan familiarizándose con todo lo que nos rodea en la calle además de poder evitar cualquier accidente.

Aquí os dejo un cuento que me ha parecido perfecto para la ocasión:

¿Habéis visto alguna vez a los hombrecitos del semáforo de peatones? Sí, esos que son rojos y verdes... Bueno, resulta que un día, Pedro iba a cruzar la calle, y uno de ellos...

Pedro estaba
en la esquina muy atento mirando el semáforo para poder cruzar la calle, cuando de repente le pareció que el hombrecito tojo le hacía un gesto.


“Me parece que comí muchas papas fritas y me sentaron mal”, pensó Pedro.

Miró otra vez, y se dio cuenta de que no tenía visiones, el hombrecito de arriba lo estaba llamando, y con el dedito diminuto le decía que se acercara.

“Debe andar mal el semáforo”, pensó Pedro, e intrigado se acercó para ver mejor. Entonces fue cuando el muñequito por fin le habló:

-Estoy muy aburrido, ¿no quieres hablar un ratito?, dijo el muñequito.

Pedro abrió los ojos grandes como dos huevos...
“¡No lo puedo creer! ¡¡Me habla!! No, ya sé -pensó-, alguien me está haciendo una broma.” Miró para todos lados pero no había nadie por allí, solo él y el hombrecito rojo del semáforo.
-DVenga, antes que venga el verde cuentame algo, Pedro –replicó el hombrecito rojo.
-¿Tú realmente me estás hablando a mí? –dijo Pedro.
-Sí. Ay, me voy, me voy, ¡adios! –y titiló hasta que desapareció.

Entonces se iluminó el otro, el verde, mientras gritaba a todos los peatones: –¡Vamos, vamos, pasad, pasad todos! ¡Vamos, rápido! ¡Hey! ¿Y tú no cruzas, Pedro? ¡Vamos, rápido que me voy! Me voy, listo, ¡adios!” –dijo el hombrecito verde, y desapareció.

Semáforo con hombrecito verde en pose gestual


Pedro no lo podía creer. Claro, nunca le había prestado tanta atención al semáforo de peatones. ¡Qué se iba a imaginar él que los muñequitos hablaban!

-¡Vamos! ¡Ahora es el momento! Vamos que os espero, cruzad, cruzad... Bueno... ¡Se acaba el tiempo! ¡Crucad rápido! ¡adios! ¡Me voy! –dijo el verde.

Toda la gente había cruzado ordenadamente y un señor miró a Pedro como preguntándole qué hacía que no cruzaba. Pero Pedro estaba tan entretenido con el hombrecito rojo que se quería quedar para hablar un rato más.

-¡Eh! ¿Todavía estás aquí? Bueno, pero ahora no puedes cruzar porque aparecí yo, hablemos de nuevo –dijo el rojo.

En ese momento, Pedro vio que venía un muchacho caminando apurado, sin ganas de esperar el semáforo.

-¡Eyyyy! ¡Para! –gritó el muñequito rojo, pero el chico no lo escuchó y se lanzó a cruzar la calle.

¡No os imagináis el desastre que se armó! Venían varios coches y, para no atropellar al muchacho, el primero frenó de golpe y los de atrás comenzaron a chocarse con él ¡y se armó un lío tremendo!

-¡Ayyy! ¡¡Has visto que te dije!! –le dijo el muñequito rojo a Pedro, mientras desaparecía, para darle paso al verde.
-¡Uy! ¡Qué desastre! –dijo el verde-. ¡Por qué no esperó un poquito hasta que apareciera yo!

Autos chocando y hombrecito rojo del semáforo agarrándose la    cabeza


Pedro vio llegar las ambulancias, gente enfadada, gente triste, coches rotos y el susto en la cara del muchacho que nunca se olvidaría de aquel día.

Los hombrecitos del semáforo siguieron haciendo su trabajo de aparecer, desaparecer y cuidar a las personas. Y aunque algunos todavía no les presten la atención que merecen, ellos siguen trabajando incansables para nuestra seguridad.

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